Manzanilla

Mi mamá siempre me decía que todo en esta vida pasa por algo y que no hay mal que por bien no venga, pues en esta película a la cual llamamos vida, no hay aprendizaje sin una lección previa. ¿Sera entonces que vivimos quejándonos de todo lo que está a nuestro alrededor y de lo que nos pasa, sin darnos cuenta el para qué de todo?

Día con día me traslado en transporte público a mi trabajo, pues aunque tengo auto, prefiero usarlo solo en ocasiones que lo ameriten, ya que el tener un automóvil en la ciudad, muchas veces puede causar más conflictos. Pocas veces me fijo en todo lo que hay a mi alrededor, pues en lo personal siento que es de mal gusto ir pendiente del otro o quedársele viendo a todo  el mundo, pero esta mañana era diferente, el termómetro marcaba una temperatura de 30 ° grados C. (una cantidad muy alta a decir verdad para la Ciudad de México), la gente a mi alrededor murmuraba y se quejaba del impresionante calor que se sentía dentro del metro esa mañana; todos agitaban lo que tenían en las manos con tal de recibir un poco de brisa fresca en sus rostros.

De pronto mi mirada se dirigió a un joven, que al igual que toda la gente , manifestaba su inconformidad sobre el calor, pero este de una forma en particular, con una sonrisa y bailando al ritmo de la música que provenía desde su teléfono celular; en eso el tren del metro llegó y tras la gran multitud que se encontraba me hice a un lado para esperar otro tren,  y desde donde pude contemplar como el joven bailarín se disponía a tomar el tren, cuando de repente otra persona lo empujo y a consecuencia de esto, el celular del feliz joven cayó en las vías del tren.

Cuando vi lo ocurrido me sentí mal por aquel joven, el pobre ni siquiera pudo tomar el tren, ni recuperar su celular, pero para mi sorpresa en pocos segundos su semblante cambio de tristeza a alegría, algo que sin duda me dejo desconcertada pues cualquiera en su lugar sería un mar de lágrimas, mientras que el intentaba recordar lo que venía bailando; ante esto me dispuse a ir y preguntarle cómo es que después de perder algo tan valioso podía seguir así de contento; a lo que el con una sonrisa me contestó: “esas cosas pasan y las personas no deberían  preocuparse por cosas tan banales como el perder un celular o sentirse mal por algún problema, cuando yo era niño me quejaba de todo,  me enojaba cuando tenía un mal día o mi suerte no era la mejor, y mi abuela siempre me daba un té de manzanilla, pues ella decía que no hay mal que esto no cure, y en verdad lo sentía, pues al tomarlo mi cuerpo bajaba la ansiedad que tenía, mi mente se abría y mi optimismo aparecía, dejando atrás todo aquello que me causaba dolor”.

Más tarde a punto de llegar a la oficina iba reflexionando un poco lo que aquel joven me había dicho y sin lugar a dudas me convencí; creo que muchas veces las personas vivimos quejándonos de todo y lamentándonos por lo que nos pasan, sin darnos cuenta que todos tenemos días malos, problemas, alegrías y desfortunas, pero que al final del día de eso se trata la vida, de  perdernos y volvernos a encontrar, pues la vida es como una rueda, siempre en movimiento, en la que no nos podemos  detener  por las piedras que se atraviesen en nuestro camino.

Por: Jacqueline  M.

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